Guantes perdidos (Libre)

FDR: Con permiso de Raquel voy a empezar a rolear *-*

La farsa de los Castillo Rey continuaba conforme pasaban los días. Últimamente se hacía más y más complicado continuar con la mentira, sobretodo porque, al mirar al calendario, me daba cuenta que cada día me alejaba más de mi familia, aquella a la que tanto echaba de menos, y me empezaba a unir más a la familia -si así se le podía llamar- que habíamos creado aquí.
Lucía seguía siendo la persona que más cariño tenía junto con Carlitos. Lucas cada vez me caía mejor y llegaba a comprenderlo. Jimena era una buena mujer, pero seguía pensando que se preocupaba demasiado por sus cosas. Mario... ¡El pobre Mario! Era tan inocente que hasta daba risa. Me habría gustado que mi padre fuera así, habría sido una experiencia diferente.
Y... Culebra... Ay. Culebra... Culebra era caso a parte.
Culebra me gustaba, o al menos eso creía. Pero era todo tan complicado que mi orgullo superaba mis sentimientos. Fuera lo que fuese, las cosas cambiaban entre nosotros. Podríamos estar bien... y de repente estar muy mal.
Estaba sentada en el hall de la entrada, moviendo mi pierna izquierda de una forma muy nerviosa e intentando abrazar la carpeta del instituto con los brazos, pues los tenía tapados con una camisa blanca larga, a juego con el uniforme.
Estaba muy preocupada. Aquella mañana me había dejado en algún cambio de clase los guantes en algún sitio. Lo más seguro habría sido en el servicio de las chicas, pero, al volver, no estaban allí... Y eso que sólo me había distraido unos minutos.
Necesitaba hablar con Culebra y que me consiguiera otros.

Maldita Claudia, esa chica cada día era peor, me trataba como un perro, literalmente. ¿Y yo qué hacía? Nada, me quedaba ahí, lamiéndole el culo como un idiota. Y ni siuiera sabía por qué lo hacía, si esa chica sería muy guapa, tendría un cuerpo de escándalo y todo lo que quisiera, pero lo que tenía bueno por fuera lo tenía mal por dentro. Buff...La única explicación posible, era que me iba ser masoquista.
Caminaba enfurruñado por la entrada, esperando -suplicando, más bien- Para no encontrarme con la rubia. Para mi sorpresa, no fue precisamente a ella a la que encontré, Sandra estaba sentada por ahí. Esa chica nueva me gustaba, era simpática e inteligente, y para qué negarlo, preciosa. En resumen, su carácter era totalmente contrario al de Claudia, tal vez por eso se veía lo mal que se llevaban.Y encima tenía un punto misterioso...no sabía lo que ocultaba, pero me propuse averiguarlo, costase lo que costase. Me acerqué a ella, al principio pensaba ir por detrás, pero cambié de idea, quizás se lo tomaba a mal. Cuando estaba enfrente suyo, la saludé:
-Hola, Sandrita -le dije, con una sonrisa, todos mis pensamientos sobre Claudia se habían esfumado al verla a ella.

Mi mirada nerviosa posada en el suelo se desvió hacia Leo. Se había acercado para saludarme, aunque él no sabía que era un mal momento...
Sonreí algo tímida y me hice a un lado en el banco para que se sentara, pero manteniendo un poco la distancia.
-Hola, Leo -lo saludé-. Oye, ¿no habrás visto a... mi hermano... -se me hacía raro aún llamarlo así-, verdad?

Suspiré y me arrepentí al segundo, pero no lo podía evitar. ¿Es que siempre tenía que estar ese tío en medio? Ya sabía que entre ellos no podía haber nada, porque para empezar eran hermanos. Pero no sé...no parecían serlo, no se les veía así, al menos desde mi punto de vista. Y yo estaba...¿celoso? No, directamente estaba para que me encerraran.
-Pues...-miré a mi alrededor, ni rastro del chulito- No, no lo he visto -le volví a mirar, y le sonreí hasta achinar los ojos- Pero si necesitas algo, yo podría ayudarte -me encogí de hombros, me hacía ilusión poder ayudar en algo a Sandra. Bueno, con Sandra cualquier cosa me hacía ilusión.

Me quedé un buen rato pensativa ante su tentadora propuesta. La verdad es que si Culebra se haría invisible podría cogerme cualquier guante de alguna otra persona... Los necesitaba con urgencia. Pero ante su falta, decidí que lo mejor sería pedir ayuda a Leo... Aunque tampoco podía girarme y decirle "Verás, es que necesito que me robes unos guantes a falta de los míos"...
-Pues... Sí... Se me han perdido los guantes -dije, mirándolo con un rostro lleno de preocupación.

Fruncí el ceño, se la veía muy preocupada ¿por unos guantes? Las mujeres eran tan difíciles de entender...pero bueno, si a ella le importaban sus guantes, ¿quién era yo para cuestionarlo? En vez de preguntarle la razón -que seguramente no me diría-, pensé en los lugares en los que podría habérselos dejado- Mmm...¿no estarán en los vestuarios? -miré alrededor, por si de un casual estuvieran en algún punto de la entrada, pero no tuve suerte. Y es que buscar unos guantes en un instituto era buscar una aguja en un pajar, y eso que eran guantes rojos con topos blancos.

Negué lentamente con la cabeza, dejando la carpeta sin poder tocarla -haciendo casi maniobras- al lado, en el banco.
-No he estdo allí en todo el día -murmuré, rascándome con mis manos desnudas la nuca, pensativa con el ceño fruncido-. Pero te aseguro que los necesito...
Esperaba que no lo cuestionara. Ya era raro de por sí que llevara todo el santo día unos guantes y nunca me los quitara casi.

Por su cara se veía que no decía ninguna mentira, ¿para qué llevaba guantes todo el santo día?...Bueno, lo importante era que ella necesitaba alguien que le ayudara, y yo estaba dispuesto a hacerlo.
-Pues si son muy urgentes...puedo conseguirte unos -me encogí de hombros- Ya verás como se los podemos pedir a alguien, debe haber por lo menos algún alumno en el Astoria que lleve guantes -ni yo mismo estaba seguro de eso, pero por intentarlo no perdía nada, ¿no? Me levanté del banco y miré alrededor otra vez, pero buscando a alguien que por un casual tuviera unos guantes, y entonces se me ocurrió que quizás Claudia...No, a ella si que no me acercaba, me haría el tercer grado. Que si "Qué hacías con esa", que si "Para qué le voy a dejar unos guantes", "Que no te vuelvas a acercar a esa tía"... Me valía más poner una distancia de seguridad entre nosotros.

Me levanté cuando Leo lo hizo, aunque por fuera pareciera estar mínimamente "normal", por dentro estaba muy preocupada. Dentro de un rato acabaría el descanso y no podría ni coger un bolígrafo para hacer los ejercicios de Química, ni tampoco podría hacer Educación Física sin derretir un balón de voley... Y ya sería la segunda vez que le diría al profesor que "se me ha olvidado la ropa de deportes en casa", ya no colaría...
Tampoco podía fingir estar enferma, porque cuando me fueran a tomar la temperatura con la mano podría suceder una desgracia... Ni tampoco podría conseguir un justificante de Jimena o Mario. No ahora... Por un momento pensé en Culebra... Pero... Luego me acordé que, si no sabía leer, no sabría ni falsificar mejor que yo una firma -a parte del hecho que ni siquiera sabíamos cómo era la letra de nuestros susodichos padres-; vamos: que estaba apañada. Al menos Leo se dispuso a ayudarme.
-Gracias -sonreí, mirándolo con una cara algo más animada y agradable.
Si no encontrara unos guantes, tampoco pasaría nada: sólo que tendría que montar un paripé para salir de esa, pero el empeño de Leo de por sí ya era valioso. Siempre intentaba ayudarme, y aquello lo agradecía mucho.
-Aunque sinceramente dudo que alguien haya traido hoy unos guantes -murmuré, pues ya el invierno empezaba a terminar y el calor se comenzaba a notar.
¿Sería necesario recordarle mi "enfermedad de piel" como razón de necesidad de una prenda tan importante para mí como unos guantes?